martes, 28 de junio de 2011

El Cruce de caminos

¿Hacia qué lado? ¡Cuántas veces nos vemos apurados a precipitar una repuesta o a tomar una decisión! Y nuestra perplejidad no cede...
En todo caso la angustia consiguiente se debe a olvidar la dimensión interior, la ermita, la montaña del corazón... Porque todo nuestro esfuerzo se concentra en ACERTAR esta (y sólo ésta) coyuntura. Dependemos en exceso de ella y tenemos por cierto que no hemos de cometer errores irreparables... ¿Irreparables? ¡Si en realidad no sabemos muy bien de qué cosa se trata!
En las cosas de los caminos el peregrino no acertará "perfectamente". Quiero decir que lo que cuenta es el acierto profundo que puede muy bien ser compatible con una vacilación y hasta con un error en lo de fuera.
Es verdad que no hemos de descuidar ningún trabajo y procuraremos siempre lo mejor... Pero no siempre hallamos soluciones perfectas y es muy frecuente la incertidumbre...
Lo importante es la fidelidad profunda; el gozo en la misma Presencia que nunca nos falta ni nos falla. Sigamos, pues, ese o este otro sendero según nuestro discernimiento sincero... Lo demás es, luego, añadidura.

Alberto E. Justo

lunes, 27 de junio de 2011

La verdadera jornada

¿Una sorpresa no aguardada? ¿Una interrupción indeseada? ¿Una irrupción sembradora de inquietudes? Entonces respondemos: -debo irme, he de buscar y encontrar un lugar ideal que me proteja de tanto barullo.
Pero el "lugar" no aparece, ni se entrega fácilmente. Entonces multiplicamos "retiros", "refugios"... y con razón. Pero, lo sabemos muy bien, no bastan. No alcanza todo ello para proporcionar el reposo y la quietud que deseamos. ¿Entonces?
Nada más saludable que integrar "lo adverso" en el desarrollo habitual sin descomponernos. El enemigo también, y sobre todo, actúa en el Desierto y el que allí sea llamado experimentará los ataques reiterados más variados y descompuestos...
Es urgente y harto necesario descubrir que toda vida, que toda jornada, posee "fundamentalmente" una dimensión espiritual, que todo es signo y símbolo, que el curso de los días nos pone en relación con la trascendencia que no estamos habituados a considerar... No es la situación externa, molesta e inoportuna, la que nos quita el sueño (por decirlo así), es una coyuntura espiritual, una vez más como las tentaciones de Antonio Abad, que nos asalta de una cierta manera. Es lícito y necesario defendernos, pero nunca desesperar en la aparente derrota. Busquemos la paz YA en el Cielo: Conversatio nostra in coelis est. Nuestra vida en este mundo carece ya de realidad comparada con la que YA nos ha regalado el Señor en Su Morada, en Él mismo, en Su Corazón.
¡Coraje, pues, adelante!

Alberto E. Justo

domingo, 26 de junio de 2011

Combate en el Desierto

En efecto, allí donde no esperábamos hallamos la sorpresa... Y, rápidamente, nos damos cuenta de la novedad: el mundo circundante no es tal como imaginábamos. Tampoco el universo interior... Todo ello es apertura para nuevos descubrimientos, aunque no emprendamos viaje alguno. El "viaje", que es peregrinación, no admite descripciones ni definiciones: es, en cambio, una aventura, una aventura que nos transforma quizá, según obra la Gracia...
¡Ah! Nunca separemos la Gracia de la Vida, ni opongamos internamente lo que el mismo Dios obra. No hay, ni puede haber, contradicción...
En el Desierto (¿qué es el Desierto?) hallamos el oasis y la fuente de una paz inefable. Es, también, lugar de lucha... Pero ¿sería de paz si no hubiera combate? Porque la paradoja es grande: la paz interior, la paz verdadera, merece atención y fidelidad. Y nuestro empeño, nuestra decisión de continuar o resistir, nos permite aquietarnos y reposar de un modo nuevo. Porque nuestra lucha, ésta, es simplemente pequeña. Con mucha debilidad a veces, con no pocas vacilaciones... Pero tiene esa firmeza que sólo la Gracia puede darnos y que no es ningún lujo ni rareza, ni extraña añadidura, sino regalo y don permanente de Dios.
No es "vergonzoso" luchar en el Desierto, tampoco es infecundo. Carecemos de parámetros y de medidas a nuestro antojo. Abandono y confianza en Aquél para quien somos desde siempre.

Alberto E. Justo

sábado, 25 de junio de 2011



La Aurora a cada instante

Es hora de amanecer: resuena la aurora con nuevas armonías que no hemos de describir... El horizonte, que parece lejano, es un "reflejo" del corazón y de la interioridad.
La realidad que vemos, la naturaleza aquella en suma, está ahí para enseñarnos a leer.
La pequeña semilla es enorme. Basta una mirada serena para darnos cuenta de su asombrosa potencialidad.
Allí anida esa belleza inexplicable, insospechada siempre... Pequeña llama... ¡tantas veces encendida y animada! ¡Renacida! Siempre más honda.
Desde donde te encuentras y en donde te encuentras todo lo alcanzas. De lo pequeño a lo máximo, de la nada al todo. El todo también lo hallas en la parte... ¿No descubres la dicha y la sonrisa del fragmento, que se goza en su pura pequeñez?
También donde te encuentras, por fidelidad, decir puedes que "no". Es posible siempre desprenderse de lo que no es. Aunque te duela y experimentes nueva soledad...
Aunque arriesgues lo que arriesgues...
¿Crees que los ruidos y las cacofonías de este mundo pueden ahogar los encantos del alma y del espíritu?
Permanece en la altura dichosa de esa montaña que es tu corazón... Carece de límites: su cima es el Cielo. Tu vocación es el Cielo... Y sólo por el alma-espíritu se sube al Cielo.

Alberto E. Justo

viernes, 24 de junio de 2011

Orar siempre y olvidar...

Mucho es lo que te preguntas... Quizá sea bueno acallar esa tensión propia de las "cuestiones" y de las calificaciones o estados, que no cesan de invadir ámbitos y jornadas de toda especie.
Atiende, en cambio, a los niveles. Los más exteriores son también los más inciertos y los menos reales...
La oración verdadera y profunda se da más allá (que es más aquí) del campo de percepción habitual. Porque, en efecto, el corazón no ora tejiendo conceptos o discursos, ni "copiando" los dichos de otros, por más elevados que sean.
El corazón ora en silencio en la misma medida en que recibe y acoge al mismo Espíritu en su única profundidad.
Quisieras "atrapar" palabras y actitudes, tal vez utilizarlas empleando no sé qué dominio que pretendes sobre ellas. Quisieras, en suma, oírte, percibir ecos tuyos y sumergirte en el mar de tus sentidos para merecer el título de "orante".
Pero por allí no es. Deja latir el corazón. El Señor viene, está desde el principio y desde siempre. Deja al Espíritu. Vive en y del Espíritu. No trates de recibir gratificaciones, ni aprobaciones...
Lo "menos" no confirma a lo "más".
¡Recibe -Señor- esta plegaria mía, adentrándome en tu Corazón y ocultándome!
El Fondo inefable es la morada...

Alberto E. Justo

El Secreto es Realidad

En aquél valle, más allá de las altas montañas... Allí en el horizonte que no es desierto ni mar... El peregrino sueña con arribar muy lejos y superar barreras y murallas que parecen retenerlo en este lugar. ¿Lugar? ¿Qué estoy diciendo?
Es este sueño, que no se disuelve ni calla. Es este sueño que no parece realidad.
Camino escondido éste, que se traza con los pasos y se hace al andar...
No te detengas, me digo y canto, que no sabes lo que pasa, que no sospechas dónde te encuentras.
Porque el sueño es realidad.

¡Todo es posible en la confianza y la esperanza! Porque se nos dará aún más...
Aguardamos el secreto que en el corazón descansa ¡que es tan nuestro! Y que como es a Dios mismo en Quien y a Quien esperamos: Él ES y siempre más...

Alberto E. Justo

jueves, 2 de junio de 2011

Lo más profundo...

Lamentamos, muchas veces, carecer de fervor. Pero ¿de qué se trata en realidad? ¿Se trata de dar al Señor un gusto o de dárnoslo a nosotros mismos? El "fervor" pretendido puede resultarnos una especie de prueba de que somos tal y tal cosa. Y así me consuelo.
Pero me parece que el camino es otro. La intención profunda carece de premios. Ella arriba a su destino por una gracia que no probaremos como satisfacción por nuestra parte. Es posible que en el desierto padezcamos la sed y no logremos darnos cuenta que estamos cara al cielo...
Es verdad que la plegaria es un consuelo incomparable, pero no la contemos en nuestras estadísticas. El respiro no nos premia, simplemente por él vivimos.
En nuestra plegaria no nos escuchemos. Simplemente y directamente...

Alberto E. Justo